A mis hermanos antofagastinos:

Se que no es lo mismo que vivi hace más de 10 años, pero se como se siente el terror colectivo, esa incertidumbre con la cual te crían que siempre vendrá, él, el destrozador del norte, el gran terremoto.
Me imagino la cara de espanto de mis conciudadanos y mi familia, recordando el año 95. Caminando todos en fila esperando en vilo el eterno tsunami. Dicen que los del norte somos fríos, secos como la brisa del desierto de Atacama. Taciturnos como la arena del desierto. Desconfiados como las olas que rompen en las rocas. Pero no creo que sea así, sólo aprendimos a adaptarnos a un ambiente hostil, despoblado y en constante movimiento.
La tierra dura de Antofagasta, ha soportado muchas cosas y lo seguirá haciendo. Aunque digan que es feo, desolado y fome, es mi raíz, y comprendo a todos los que los añoramos, a todos los que nos preocupamos de alguna manera del movimiento sísmico de hoy.
Ese que seguramente acá aminoraran, ese que dirán que fue superficial.
Sin embargo, las marcas de la portada, símbolo internacional de mi amada cuidad lleva las marcas de la placa de nazca inscritas en sus rocas. Sus trizaduras milenarias y las que vendrán a futuro.
Fuerza hermanos, el nortino tiene cojones que en ningún lugar más tienen.
Nos vemos, mañana.

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