¿Dónde estoy?

Son las dos de la mañana, necesito volver a casa. El frío capitalino hace estragos en la piel de mis manos, las miro. Sólo atino a restregar mis manos en el pantalón.
Suspiro.
Sufro de amnesia social, no recuerdo ningún rostro del carrete del que acabo de salir. Nada me es interesante, nadie. Necesito acabar con la modorra. Pareciere que nada me alimenta, las historias pasan y pasan velozmente, y mientras más es el aturdimiento alcohólico, más patético está.
Vuelvo a mí, en la calle vacía, pensando necesito encontrar a alguien interesante. Una oveja ploma en el océano blanco. Vuelvo a mirar el reloj. Las 2:02 Miro una luna redonda impávida e inerte, necesito volver a casa.
Es tarde para caminar, sin embargo lo hago en trancos rápidos. Necesito llegar a casa, las llaves en mi bolsillo suenan. Estoy a media cuadra. Son de donde vivo. Pero no son de mi casa.
Camino y camino esperando llegar.

Carta de la madrina qué nunca fue…

El otro día me encontraba leyendo un artículo sobre las parejas kármicas y dahrmicas, las cuales uno busca y se encuentra a lo largo de la vida. Las parejas kármicas, son las que uno reconoce de su vida anterior pero vienen llenas de conflictos, ya que son relaciones no resueltas en lo largo de las reencarnaciones.

Esto me pareció sumamente poco interesante y hasta con vientos de mal augurio. En cambio, cuando leí sobre las parejas dahrmicas, me pareció esperanzador. Son personas qué se reconocen a penas se ven, y están juntas durante toda su vida.

Después de esto, recordé aún más, el hecho que me tenía profundamente apesadumbrada en esos días, el no poder ir a la boda de mis yuntas periodísticos. Cuando los conocí, ya estaban juntos. Siempre al alero de Claudia, amiga mía del fútbol en esos momentos. Con el tiempo, cada vez nos fuimos juntando más, conociéndonos haciéndonos grandes amigo y compartiendo esos hermosos trabajos televisivos que cada cierto tiempo añoro con melancolía.

Qué puedo decir de Carola y Pato, sin que parezca un cliché. Qué pese a la adversidad del tiempo y de la vida siguen juntos y finalmente se casaron. Qué su infinita ternura al mirarse contagia a todos los que los rodeamos, es tanto amor que a está melancólica la llena de felicidad el hecho que dieran el gran paso. Pienso con todo esto, que tuve el placer de conocer, sin atisbos de arrepentimiento a una pareja dahrmica.

Desde la capital del smog Felicidades….

Había una vez...

Un alacrán tratando de cruzar ufanamente un río, pero pese a que animal que pasaba le pedía que lo ayudara, no logro nada.

Un sapo paso por su lado, y el alacrán le dijo, sapo necesito que me ayudes a cruzar el río. Mi familia me está esperando al otro lado de la rivera y necesitan que los alimente. Por favor ayúdame.

Titubeando el sapo le dijo que sí él cruzaba el río con el alacrán lo más probable era que el alacrán lo atacara enterrándole su aguijón.
Por favor, dijo el alacrán, necesito hacerlo por mi familia, si no morirán de hambre.
Está bien dijo el sapo, súbete a mi lomo y cruzamos el río.

En el medio del río, el alacrán atacó al sapo. Pero ¿cómo alacrán? Dice el sapo, tú lo prometiste, ahora los dos moriremos ahogados en las profundidades del río. Y ¿tus hijos?
Sí dice el alacrán. Pero no puedo cambiar mi naturaleza……

....

Recuerdo la primera vez que te vi, el semblante de tus manos, tu pelo moldeándose a tu figura y brillando con el rayo de sol que se colaba por la ventana. Recuerdo la mirada seria que tenias, de concentración absoluta en lo que hacías. Sin embargo parecías estar en otro lugar en otro tiempo…

El Fantasma de las Navidades

La rabia me inunda, me ensordece. Quiero que el zángano fantasma de las navidades pasadas se vaya, dejándome libre. Quiero que los buenos recuerdos, nublen la traición, y que no quede una amistad desencantada. La rabia se transformó en tristeza, la cual no se ira con el calor primaveral.
No se irá.
No se irá.
Sólo mutará, durmiendo hasta que el tiempo la deje olvidada.

Sin remitente

Quiero hablar de ti y de mí, y como te anhelo, sin atisbo de esperanza.
Quiero hablar de él y de mí, y como después de esa despedida fría fugaz quede añorando en el lumbral de la puerta.

Quiero hablar de tus ojos, profundamente tristes, y como palidecen mirando el infinito esperando eternamente, algo qué ni tú sabes. Y éstos cómo a veces, pocas veces, cruzan mi mirada brillando sólo un instante, con infinita ternura.
Quiero hablar de cómo no recuerdo sus ojos, ni mucho menos su expresión, pero si su olor, sabor y la textura gruesa de sus manos.

Quiero hablar del amor, de lo qué entiendo. Como llegó la primera vez, la segunda y la tercera. De esos ojos aceitunados que pese al paso del tiempo, y el cambio de los sentimientos todavía me enternecen. De los engañosos ojos color océano, los cuales no me dejaron mirar más allá. De los ojos extremadamente coquetones que me terminaron descontrolando, obligándome a visitar al loquero, y por último de los tuyos, los cuales probablemente nunca me miraran con amor.

Quiero hablar de cómo él, pese a que no recuerdo sus ojos, logró a que me arriesgara, que abriera la puerta y sonriera. De cómo pese a quedarme con las manos vacías, y el corazón convertido en piedra, no le guardo rencor.

Quiero hablar, hablar, hablar… y entender por qué me convertí en la falla de San Andrés, en el eterno Terremoto del Norte grado 9. El cual nunca hará catarsis, siempre en vilo, esperando por ti.

Dos de Dos

Últimamente me ha obsesionado la dualidad. El hecho de qué seamos otra persona a la vez, me aterró. Pensé tontamente que perdería mi esencia, qué en este último caso, dejaría de ser yo, yo y mi consecuencia inconsecuente. Pero no es así, mutamos según el estado de ánimo o la compañía.

Hasta el caso de sorprenderte a ti mismo. Hay una Evelyn, tierna, niña temerosa e incapaz de tomar dediciones impulsivamente, en cambio hay otra qué enfrenta el mundo levantándole la ceja y frunciendo el seño con una frialdad nórdica. No sé quien ganará, o si tiene que ganar una de las dos.