La puerta

Esperanzada e ilusionada con un ideal, tocó el timbre reiteradas veces, traía el alma en vilo, esperando una pronta respuesta. No sabía que su ansiedad no sería retribuida.
Al otro lado del umbral de puerta, él la vio llegar. Sacudiendo la cabeza frunció su seño, se alejo rápidamente.
No pensaba abrirle la puerta.
No estaba dispuesto a escuchar su perorata sin sentido.
Ella se fue con un suspiro, sus ojos negros se entristecieron.

En el limbo

No puedo escribir, pierdo la concentración. Estoy en el limbo, el abecedario pasa y pasa, sin articular nada interesante.
Tengo muchas ideas, pero soy mucho ruido y pocas nueces.
La verdad es que las musas me abandonaron o solo yo las deje de lado, ya no lo sé.

Podría escribir cosas melancólicamente alegres como el olor al mar y el ruido de las olas al golpear las rocas, como me evocan a tiempos mejores, o idílicamente mejores en mi mente.
Como recuerdo los atardeceres en invierno después de una prueba o clases, cuando estudiaba acá y podía deleitarme con la espuma de una cerveza. El aire es infinitamente más puro pero golpea más fuerte igual que el sol que quema mis ojos.

El norte es así alegremente melancólico.