Eternamente evitando lo inevitable

Escucho música que supuestamente me tiene que relajar y no hace más que tensionarme. Sueño despierta, bailo y me río sola con cosas que no he vivido. Estoy adicta al sufrimiento, tal Madame Bobary. En mi caso al eterno interludio sin pareja. Me quejo, me quejo, pero parece que no hago nada por remediarlo. Estoy evitando, lo inevitable, el amor.

Veintiocho de Marzo (Parte dos)


Al Tomás nunca lo pudieron sacar, espero que el pobre animal haya sucumbido a los efectos del monóxido de carbono, y se haya ido en una eterna ensoñación.

El fuego fue creciendo, desde mi pieza trataban inútilmente de apagarlo con una manguera, en unos minutos Wimi, se dio cuenta que era mejor salir de allí. Saco a los perros del patio y el computador.

Mientras tanto, mi mamá iba hasta la casa de la tía Ana María a dejar a la Luthien, al volver el espectáculo era escalofriante, envuelta en llamas se esfumaba en cuestión de segundos su esfuerzo de años.

El Wimi estaba todavía en mi pieza sin darse por enterado que ya el fuego había llegado a la casa, sintió un ruido fuerte y ensordecedor. Era el techo de la pieza contigua. Salió de la casa con poco pelo que le queda achurrascado por el calor. Mi mamá desmallada era ayudada por los vecinos, mientras una danza de fuego se ceñía sobre mi casa. Estallaron los vidrios del segundo piso ya no se podía entrar.

De vuelta en Santiago, yo había logrado conciliar el sueño. Sonó el celular. Era el Tío Eduardo, tratándome de explicar vagamente que en mi casa estaban todos bien, y que no era grave. Yo no entendía nada. “La casa del vecino se quemó, están todos bien. Tu casa esta bien” Dijo. El tampoco sabía la magnitud de las cosas. Nerviosamente tomé el teléfono, marcando el celular de mi mamá, nadie contestó. Como las 5 y media de la mañana logré comunicarme con mi abuela que era un atado de nervios, dejándome más preocupada.

Llame a mi papá a Antofagasta, lo desperté. “Papá, puedes ir a ver, me dijeron que se quemó la casa del vecino, anda por favor” A las 7 y media de la mañana me llama mi papá y me pasa a mi mama, ella entre sollozos me dice: “Se nos quemó la casa, hija. Se nos quemo la casa”…. Corte el teléfono y las lágrimas inevitablemente cubrieron mi rostro.

Veintiocho de marzo (Primera parte)

Han pasado seis meses, y los demonios ya están exorcizados, el mar ya no quiere golpear las olas con fuerza, se me fue la rabia interna. Contaré la historia como me la contaron, de lo que yo viví, y un poco como me la imagino.

Santiago 27 de marzo en la noche: Es tarde hace cuatro días que llegue de Antofagasta de vacaciones de verano, no quería venirme. En realidad no quiero seguir viviendo con el Pedro, estoy chata de los carretes, del mal olor de la Bárbara. Lo más probable es q me vaya a vivir sola. Vino el Daza, para variar habrá bulla. Es tarde, los niños ven películas pero no están metiendo ruido como es habitual. Muy por el contrario. No puedo dormir, me doy vueltas como loca en la cama. Luego conciliar el sueño a las 2 de la mañana.

En el ínter tanto, en Antofagasta. Mi mamá termina de ordenar los cd´s que están en mi pieza, son 5 torres con discos, tengo la mala costumbre de no etiquetar nada. Se va a acostar. Nadie sabe exactamente como empezó, según las indagaciones fue un desperfecto eléctrico, (a veces creo que fue el destino que nos tiro la cuenta) el fuego comenzó en la cocina de la casa de la Adela, sin que nadie se diera cuenta. El perro (Tomás) comenzó a ladrar y aullar, sin lograr que sus dueños despertaran, al contrario solo hizo que mis perros lo acompañaran en una muestra de solidaridad perruna.

Sin embargo, el fuego se hizo más potente. Se despertó la tía de la Adela, bajo a la cocina vio el fuego, inútilmente trato de sacar al perro estaba en el patio. Salio desesperada gritando a la calle, golpeando las puertas de las casas aledañas. La Luthien comenzó a ladrar obsesivamente hasta que despertó a mi mamá. El wimi bajo. Con su pasirmonia habitual fue a ver lo que pasaba mientras le decía a mi mamá: “Gorda baja a la Luthien y lleva algunas cosas donde la Rosita”

Mi mamá le golpeo la puerta a la Rosita, salio el Pipo. La Luthien hacia todo más difícil al creer que era la hora de ir al baño. Mientras tanto, el Wimi entró a la casa y se dio cuenta que el fuego estaba incontrolable y que era prácticamente imposible sacar al Tomás. El niño de la casa lloraba por el perro, sin saber que las cosas eran más graves….