Recuerdo el día en que te fui a buscar hace casi 10 años. Eras una bolita blanca y peluda, la cual me llamo atención al instante. Recuerdo que mi mamá no te quería a ti, si no uno plomo, sin embargo yo insistí. Te llevamos y te convertiste en el niño regalón de la casa. El niño mimado, pero sin embargo profundamente rebelde.
Recuerdo cuando te arrancaste por que mi mamá te hecho por romperle una planta.
Estuve tres días buscándote hasta que te encontré y te traje en brazos. Recuerdo cuando abriste el refrigerador y te comiste una fuente con lasaña, tú gusto particular por el ajo y la pimienta. Tus fuertes eructos y la vez que saliste volando cuando te dio la corriente. Pero principalmente recuerdo, la vez que me defendiste de otros perros y como me sentía segura, al lado de mi perro rasca. Si, mi Kimba perro rasca, pero fiel. El que se enojaba cada vez que me veía desde que me vine y se arrancaba y no volvía en un par de días. De ese que se tomaba los conchos de cerveza, de ese que no me pude despedir el día que partió.
Recuerdo también el día en que llegó tu eterno compañero, el que te viste en la obligación de terminar de criar, el cual nadie quería mucho en la casa. Era un perro arrogante, mamón y odioso. Sin embargo, igual que el Anakin, fílmico te redimiste al final. Tu gestó perdonó todas tus odiosidades, te moriste de amor. Te moriste al ver que tu compañero de toda la vida se había ido. No quisiste vivir más. Y la vida se te fue, en una inyección para no verte sufrir más.
Este es mi humilde carta de despedida y agradecimiento por tan buenos recuerdos. Los echare de menos, tal como a tantas cosas y a tantos otros. Sin embargo, su recuerdo vivirá en mí para contar su pequeña historia perruna.
Carla
"La vida es un proyecto, sin proyecto de vida proyectado"
Réquiem a dos perros
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1 comments:
guauf-guauf.
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