De tomo y lomo buscamos la redención y la felicidad. Sin embargo somos completamente ciegos cuando esta rondándonos, vivimos de insatisfacciones e inconformidades. Lo mismo pasa cuando vemos la belleza, esa de todos los días, la cotidiana, la bolsa maldita de Belleza Americana.
Odio el desierto cuando estoy en él. Me parece aburrido, pasinarmónico, ósea profundamente monótono. No obstante cuando no estoy en él. Extraño sus matices de colores, el sonido del viento y su perpetuidad.
Lo mismo me esta pasando con esta cuidad de mierda. Odio el smog, el tráfico y el eterno apuro. Sin embargo, me volví adicta a él. Volviéndose una situación contradictoriamente adrenalinica. Me gustan las calles mojadas de Santiago, las hojas de otoño y el frió de invierno. Qué puedo decir, me absorbió el sistema, tal vez. O solo me adapte, tal cucaracha a la alcantarilla.
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