Quiero hablar de ti y de mí, y como te anhelo, sin atisbo de esperanza.
Quiero hablar de él y de mí, y como después de esa despedida fría fugaz quede añorando en el lumbral de la puerta.
Quiero hablar de tus ojos, profundamente tristes, y como palidecen mirando el infinito esperando eternamente, algo qué ni tú sabes. Y éstos cómo a veces, pocas veces, cruzan mi mirada brillando sólo un instante, con infinita ternura.
Quiero hablar de cómo no recuerdo sus ojos, ni mucho menos su expresión, pero si su olor, sabor y la textura gruesa de sus manos.
Quiero hablar del amor, de lo qué entiendo. Como llegó la primera vez, la segunda y la tercera. De esos ojos aceitunados que pese al paso del tiempo, y el cambio de los sentimientos todavía me enternecen. De los engañosos ojos color océano, los cuales no me dejaron mirar más allá. De los ojos extremadamente coquetones que me terminaron descontrolando, obligándome a visitar al loquero, y por último de los tuyos, los cuales probablemente nunca me miraran con amor.
Quiero hablar de cómo él, pese a que no recuerdo sus ojos, logró a que me arriesgara, que abriera la puerta y sonriera. De cómo pese a quedarme con las manos vacías, y el corazón convertido en piedra, no le guardo rencor.
Quiero hablar, hablar, hablar… y entender por qué me convertí en la falla de San Andrés, en el eterno Terremoto del Norte grado 9. El cual nunca hará catarsis, siempre en vilo, esperando por ti.
"La vida es un proyecto, sin proyecto de vida proyectado"
Sin remitente
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